La etapa que lleva al primer intercambio de casas es un momento de excitación y también, a veces, de preocupación. Descubre los recuerdos que comparten nuestros socios sobre su primera vez, sus dudas y vacilaciones, y cómo las superaron, ¡convirtiéndose en adeptos al intercambio de casas, convencidos y entusiastas!
Cuando me registré, mi principal preocupación era que alguien se interesara por mi casa. Por lo tanto, cuando recibí mis primeras propuestas de intercambio, me llamó la atención que gente con una casa mucho mejor que la mía quisiera intercambiarla por mi piso.
Pero bueno, queríamos explorar Suiza y nos pusimos a buscar casa. Redacté un mensaje personal y mandé varias propuestas. A mi gran sorpresa, unos días después ya tenía una respuesta positiva de una familia que vive en un pueblo, a orillas de un lago, en el centro de Suiza. ¡Era el sitio perfecto! Empezamos a planificarlo todo en detalle y formalizamos el acuerdo.
Debo reconocer que, aunque todo estaba bien cerrado y la familia nos inspiraba confianza, hasta que no llegó la fecha del intercambio, seguíamos con la duda de que las cosas salieran bien. ¿Tal vez cambiaban de idea o surgía algún malentendido? ¿Y cómo iba a encontrar mi casa después del intercambio?
Nuestras dudas desaparecieron del todo cuando entramos en su casa. Resulta curioso empezar a descubrir una casa que unos extraños ponen a tu disposición. Es una mezcla de nervios y sentimiento de responsabilidad porque tienes que cuidar de la otra casa. Entendí que nuestros partners estaban pasando por lo mismo al llegar a nuestra casa, lo que me tranquilizó.
Cuando hablo de nuestros intercambios con los demás, están muy interesados y al mismo tiempo no se lo creen. Su pregunta suele ser: “¿No te da miedo de lo que puedan hacer en tu casa? Pues bien, cuidan de mi casa y sus instalaciones (y de mi perro, y de mi gallina), como lo hago con la suya. Tal vez sea muy confiada, pero si te echas para atrás, ¡te pierdes muchas buenas experiencias! En el mundo en el que vivimos, si sólo escuchas lo que dicen las noticias, toda la gente es mala. Sin embargo, hay mucha gente buena, acogedora, como yo o como tú, y es importante experimentarlo.
Lydia, Países Bajos
Si puedes superar el hecho de que tendrás a unos “extraños tan respetuosos como tú” en tu casa, que utilizan tus aparatos y duermen en tu cama, entonces tú y tu familia disfrutaréis de las vacaciones con las que soñáis, ¡si os toca la lotería! Te aseguro que no hay nada tan emocionante como recibir un mensaje de respuesta que dice: “Sí, nos gustaría intercambiar nuestra casa con vosotros” desde un lugar que siempre has querido visitar. Da el paso y prueba IntercambioCasas. Ojalá tus sueños de vacaciones se conviertan en realidad, ¡como los nuestros!
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El verano pasado nos decidimos a probar el intercambio de casa, supuso un gran acto de fe y de confianza en personas que no conocíamos. Siempre hemos sido muy celosos de nuestra intimidad y abrir las puertas de nuestra casa a personas desconocidas para que vivan en ella como en su casa fue todo un reto para nosotros. Es curioso porque los meses que precedieron el intercambio estaba altamente preocupada en decidir qué dejaba en casa y qué no. Temía por si se rompían cosas a las que tenía cariño, por si por no saber utilizar cualquier cosa ésta se estropeaba. Más de una vez estuve tentada de anular el intercambio. Pero nos apetecía tanto poder pasar dos meses en Canadá, que no era capaz de hacerlo. La pareja con la que hicimos el primer intercambio era muy agradable y amable, nos lo pusieron muy fácil. Para ellos no era la primera vez y por tanto supieron transmitir la tranquilidad que se necesita la primera vez. La verdad es que les estamos muy agradecidos. Desde entonces ya llevamos cinco intercambios.
Hacía tiempo que nos atraía la idea de participar en un intercambio de casas, pero el miedo era el más fuerte. Este año, por fin lo hemos superado y, después del primer intento, estamos dispuestos a seguir. No le vemos pegas al intercambio de casas, a pesar de la preparación previa que requiere. Nos sentimos muy cómodos en las casas de otros, que confían en nosotros. También tenemos a nuestra disposición las comodidades de un hogar (bicicletas, canoas, coche, Internet, vecinos atentos, recomendaciones de lugares que ver, etc.).
Todo el mundo nos pregunta si lo hacemos porque es gratis y si no nos da miedo dejar nuestra casa. Y nosotros respondemos siempre que NO; que no nos da miedo, que me fío de la gente igual que la gente se fía de mí. Que no es una cuestión de dinero, es una cuestión de viajar conociendo más y mejor otras formas de vida, otras personas, otras casas, en definitiva otras culturas.
Nos hablaron por primera vez de IntercambioCasas en octubre de 2012. Estábamos en pleno Botswana y una familia canadiense nos describió el concepto, ¡que nos enganchó! Fue una gran ilusión y un motivo de inspiración recibir los primeros mensajes de otros miembros. Nos encantaron las posibilidades que ofrecía. También nos alentó el hecho de haber encontrado a una comunidad de gente que comparte los mismos valores que nosotros, siente gran entusiasmo por viajar y, lo más importante, quiere algo más que una habitación de hotel impersonal en las afueras de un lugar turístico.
Los escépticos preguntan: “¿Pero cómo es posible? ¿Gente a la que no conoces en tu casa y vas a la casa de esos extraños sin conocerlos?” ¡Pues sí! Porque si hay algo que une a todos los que hacen intercambios de casas, no es el ahorro de dinero (que también es importante), sino el deseo de abrirse para descubrir a los demás y compartir con ellos lo que se tiene. Siempre hemos dado con gente educada, respetuosa y que siente curiosidad por la vida y las cosas bellas. Para nosotros, IntercambioCasas fue un gran descubrimiento. Probamos hace muchos años, a pesar de nuestras dudas, y desde entonces no hemos parado nunca: hacemos dos o tres intercambios cada año.
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