Por Ethan Gelber
Hoy en día hay muchas cosas que asustan en el mundo. Y cuando se es padre, como yo, puedes pensarlo dos veces antes de viajar con tus hijos.
La difusión de enfermedades graves, la frecuencia creciente de desastres naturales extremos, los actos aleatorios de violencia debidos al desplazamiento forzoso de la gente, el resentimiento socioeconómico generado por las disparidades de ingresos y oportunidades y, por supuesto, el terrorismo, son algunos de los temas candentes que llenan nuestros informativos y nos hacen dudar en echarnos a la carretera, especialmente cuando se viaja con pequeños impresionables e indefensos.
Mientras me niego obstinadamente a dejar que estas preocupaciones se pongan en mi camino tratándose de viajar con mis hijos, entiendo perfectamente y respeto la presión que suponen para otros. Según un reciente estudio sobre las costumbres de viaje y los desafíos para las familias norteamericanas, los temas de la seguridad y la salud ocupaban un lugar esperanzadoramente bajo en la lista de las principales preocupaciones que dificultan el viaje familiar, pero no significa por ello que hayan de ser ignorados, particularmente a la luz de las alertas de seguridad reforzadas.
Por lo tanto, ¿qué haces si crees en la importancia de los viajes para el crecimiento y el desarrollo de tus hijos? ¿A dónde vas si estás convencido, como es mi caso, que viajar es una herramienta esencial para tus peques, como parte de su educación formal e informal, su comprensión del mundo basada en la propia experiencia? El viaje les saca (¡y a todos nosotros!) de su rutina y pone pimienta en sus vidas: idiomas y culturas diferentes, naturaleza grandiosa, nuevas actividades físicas, y la diversidad de estilos de vida de las nuevas relaciones que, una vez se convierten en amigos para toda la vida, aportan su mirada personal a este mundo complejo.
¿Cómo se encuentra el equilibrio entre volar y luchar?
Hay una posible respuesta: viaja localmente.
Quédate por aquí
Existen dos significados pertinentes para el lema “Viajar localmente”, eslogan que está ejerciendo un creciente atractivo estos últimos años. El primero lo resume bien el término de “Staycation”, es decir: no tienes por qué marcharte a los confines del planeta para sacar a tu familia de su zona de confort y enseñarle a tus hijos las lecciones básicas de la vida.
¿Sueñas con hacer senderismo en una selva virgen? Busca en tu propio país, comunidad o provincia aquellos senderos que atraviesan bosques ya maduros. ¿Estás dispuesto a infundir en tus hijos la pasión por un servicio destinado al bien de la comunidad? Recuerda esto: algo mucho más útil que celebrar la generosidad en un pueblo lejano, que tal vez nunca veas, es celebrarla como un principio rector, que puede devolverle la esperanza a vecinos con los que podrías cruzarte cada día. ¿Te mueres de ganas de poner a desafío tus propias sensibilidades gastronómica y cultural? Encuentra una forma cómoda (mediante una visita guiada, un amigo o un huésped local) de aventurarte en barrios o comunidades vecinas que nunca has visitado… y conoce a tus vecinos inmediatos antes de volar para conocer a los lejanos.
A tus hijos les invadirá el mismo sentimiento de aventura. Podrías quedarte en casa y organizar excursiones de un día a lugares de interés cercanos, pero también puedes aumentar la diversión buscando alojamiento bajo un techo extraño, a unos cuantos kilómetros de casa. Cuando los niños duermen en una cama distinta, en una casa diferente, ¿disminuye su excitación en función de la distancia con respecto a la suya? No lo creo.
Profundiza
Sea cual sea el destino al que decides viajar, puedes difícilmente rascar una o dos capas durante una visita típica y suele haber mucho más en el lugar que lo que llegas a ver. Por lo tanto, de la misma forma que no hay nada malo en buscar las atracciones más conocidas -¡por algo están entre las mejores!- también hay grandes ventajas en salirse de los senderos habituales para descubrir los lugares favoritos y las actividades preferidas de los habitantes locales, reacios a “lo que hay que ver”. Es lo que se llama vivir como los locales.
El valor añadido al comprometerse más directa e íntimamente con los locales, compartiendo sus casas y sus comidas, yendo a sus supermercados y cafés, esos que no están en la calle principal, jugando en sus parques con otros niños, es precisamente lo que a los padres les gusta ver que sus hijos hacen.
¿Cómo puedes conseguirlo?
- Estando atento a los locales, colandote en sus zapatos y descubriendo cómo piensan.
- Teniendo en mente el medio ambiente y siendo consciente de su belleza y su fuerza, y haciendo lo que puedas para protegerlo.
- Siendo respetuoso de la cultura local y compartiendo las actividades y las experiencias, como lo hacen ellos.
- Siendo generoso con la economía local, pagando el precio que corresponde en los comercios y garantizando que las personas adecuadas se benefician de ello.
Ninguno de estos enfoques te hará inmune a los riesgos reales y percibidos de los viajes familiares, pero al mantener las prioridades del intercambio de casas, te ayudarán, a ti y a tus hijos, a sentir la emoción de la aventura sin tener que poner leguas entre vosotros y vuestra casa, o a sentiros como en vuestra propia casa.